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 Dantalian el semielfo (Ahharu) El bastón de hielo

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Ahharu
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MensajeTema: Dantalian el semielfo (Ahharu) El bastón de hielo   Dantalian el semielfo (Ahharu) El bastón de hielo Icon_minitimeJue Nov 13, 2008 11:39 pm

El sol entraba por la ventana. Dantalian abrió los ojos y observó a su alrededor. La casa estaba tan vacía sin su familia… era el primer pensamiento que cruzaba su mente cada mañana. Sonrió. Por fin había llegado el día que tanto había esperado. El día de su partida.
Se levantó de la cama y se vistió. Primero sus pantalones de una tela sencilla y ligera de color castaño y sus botas marrones. Se puso la camisa verde oscura y por encima su chaleco también castaño con cordón de cuero que se entrelazaba sobre su pecho dando a su conjunto el aspecto de un chico sencillo que no tiene nada que ocultar.
Salió de la casa y se dirigió al linde del bosque. Se adentró en el caminando entre los árboles, disfrutando de cada olor, de cada sombra y cada sonido… iba a echar de menos esa isla. Echaría de menos a todos los semielfos que en ella vivían. Sabía que ahí fuera él era repudiado por las demás razas. No le asustaba pero sentía que una parte de él se quedaba en Évainon (isla 3).
Pronto llegó al lugar que buscaba. El manso río que se hallaba ante él discurría tranquilamente mientras el sol todavía comenzaba a salir. Miró su reflejo en el agua. Sus ojos verde esmeralda le devolvían la mirada decididos. Su cabello rubio oscuro estaba desordenado. Se lo colocó como pudo apartando los mechones revoltosos de su cara y volvió sobre sus pasos. Había llegado de nuevo al lindero entre el bosque y la aldea cuando vio un muchachito que se acercaba.
-Dantalian -dijo apresuradamente- mi padre me ha pedido que lo escoltes hasta la aldea de Yurein.
-No puedo, hoy he de partir de Évainon.
Comenzó a caminar hasta su casa y entró en ella. El muchacho que no se había rendido tan fácilmente entró tras él.
-Pero no puedes irte… eres el mejor mercenario que tenemos en toda la isla de Évainon –rogó desesperado- además eres un semielfo, fuera de aquí te tratarán muy mal.
Dantalian sonrió al muchacho mientras se ponía su capa, cogía su espada y se la colocaba en el cinto. Descolgó el arco de una pared y se lo puso a su espalda acompañado del carcaj. Por último y con especial esmero se guardó una daga, regalo de su padre, en el cinto en el lado contrario de la espada.
Por último cogió un ligero fardo que se colocó a la espalda y se dirigió a la puerta.
-¿De verdad tienes que seguir adelante con esta estúpida venganza? Deberías olvidarlo…
De pronto, las imágenes se arremolinaron en la mente de Dantalian. Las imágenes de hacía unos meses, cuando él era totalmente feliz. Podía ver a su hermana, Nayda, jugando en los árboles, a su padre trabajando y sonriendo mientras la miraba. Pero aquel día, aquel fatídico día en el que ayudaron a ese náufrago. Recordó como había sido él mismo quién había encontrado al hombre tirado en la playa. Lo había llevado hasta su casa y pese a los recelos de su padre lo convenció de que debían curar al hombre. Así lo hicieron, durante días y días curaron con esmero de él hasta que se puso bien. Al semielfo se le hizo un nudo en la garganta al recordar la siguiente parte. Una noche entró en la casa y horrorizado vio como su padre yacía muerto y ensangrentado en el suelo. Fuera, su hermana estaba en brazos del hombre que corría hacia la playa. Todavía recordaba sus ojos grises que miraban a Dantalian desde la lejanía. En sus oídos todavía sonaba la desesperada voz de Nayda.
-Jamás podré olvidarlo. –dijo entonces Dantalian saliendo de su ensoñación.
Salió de la casa y se dirigió hacia la playa. Allí ya le esperaba Colmillo venenoso, la cambiante. Dantalian sonrió al ver su esbelto cuerpo de mujer apenas cubierto de ropa. Sus ojos grandes y almendrados brillaban de emoción y su cuerpo de un color nacarado reflejaba la luz del sol de forma misteriosa. El se acercó e inclinó ligeramente la cabeza mientras se llevaba la mano al pecho. Ese era el saludo propio de su pueblo. Ella le devolvió el saludo y se sonrojó. Dantalian siempre había causado ese efecto en las mujeres. Su belleza, su esbeltez y su inteligente picardía lo hacían abrumadoramente atractivo. Sin embargo él no mostraba interés por ninguna mujer por el momento.
-Dantalian… ¿estás seguro? –dijo la cambiante.
-Siempre lo he estado. Debo encontrar a mi hermana y matar a ese hombre. No pararé hasta que sufra lo que yo he sufrido.
La mujer se transformó entonces en un ser más grande y alado del mismo color que la piel de ella. Con poderosas fauces y aspecto amenazador. Pero con los mismos ojos almendrados llenos de cariño. Dantalian se subió a su espalda y echó un último vistazo a la isla de Évainon, y en especial a su aldea, Azánatos. Sus casas de madera, los semielfos caminando elegantemente entre los árboles y también algún humano y elfo que se habían refugiado en esa isla hacía años. Sus bosques y su río. Las mujeres recogiendo frutos delicadamente. Él mismo, cazando y corriendo entre los árboles.
Miró hacia delante mientras Colmillo venenoso echaba a volar hacia el Reino 11. Tenía claro lo que iba a hacer.


-FIN DE LA HISTORIA INDIVIDUAL DE MI PJ-
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