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| Historia larga (por capítulos) | |
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Ahharu Espíritu del foro
Cantidad de envíos : 572 Edad : 33 Localización : algún lugar en mi propia imaginación Fecha de inscripción : 05/10/2008
| Tema: Historia larga (por capítulos) Miér Nov 19, 2008 12:59 am | |
| Bueno... aquí os dejo el primer capítulo de una historia que estoy escribiendo a ver que os parece... no sabía si ponerla, pero como tenemos este apartado un poco abandonado...
Visita indeseada
Caminó muy despacio. Sus pies apenas hacían ruido sobre la hierba. Avanzó y se posicionó tras un tronco. Lentamente sacó una flecha del carcaj de su espalda y la colocó en el arco que llevaba entre sus manos. Tensó la cuerda y sin hacer ningún ruido apuntó a su presa, preparada para disparar. -Alteza –escuchó de pronto gritar a su espalda. La muchacha se sobresaltó, lo que hizo que la flecha se clavara en el tronco de un árbol cercano y que el conejo al que había estado siguiendo huyera despavorido. Ella se levantó irritada sin mirar quien la había llamado y caminó hasta el tronco en el que su flecha se había clavado. La retiró y se la guardó de nuevo en el carcaj. -Has espantado a mi presa –dijo ella. -Lo siento alteza, pero es hora de que volváis. El sol se está poniendo. La muchacha, ignorando este comentario continuó buscando al conejo que había huido. Finalmente se dio por vencida y se dio la vuelta. -¿Cuántas veces he de decirte que me llames Íluz? –dijo la chica a su doncella. -Sabéis que no debo hacerlo. Íluz caminó rápida hacia donde la doncella se encontraba dirigiéndose de nuevo a palacio. La doncella dejó que Íluz se adelantara y luego caminó tras ella. -Ponte a mi lado –pidió la joven. -No debo… -Vamos por favor, eres mi mejor amiga, y mis amigas caminan a mi lado. La doncella se sonrojó y se situó al lado de la chica. -Está bien pero que la señora Keren no se entere. Íluz sonrió y caminaron hacia el castillo. Llegaron en poco tiempo, sin embargo el sol ya se había puesto. La chica caminó por el jardín de palacio. Para ella, solo el salvaje bosque superaba la belleza de aquel jardín. Cuando su padre le prohibía que saliera, era allí donde pasaba la mayor parte del tiempo. Mientras se dirigía a la entrada del castillo no dejaba de mirar el árbol de Midas, que se alzaba solemne en la parte central del jardín. Era un árbol especial. Su tronco era de color negro y su ramaje, paleteado como la luz de la luna, caía como una brillante cascada. El último recuerdo que Íluz tenía de su madre era bajo aquel árbol, sentada mientras le leía un cuento. Solía hacerlo todas las noches, ya que la belleza del árbol aumentaba a la luz de la luna y las estrellas. A su padre nunca le había gustado aquello de de que salieran de noche, ni ella, ni su madre. Sin embargo esa era una costumbre que Íluz aún conservaba y había noches en las que todavía se escapaba para salir al bosque o a dar un paseo por el jardín. -Íluz, vamos. Íluz miró a su doncella que ya abría las puertas de palacio mientras que la muchacha se había quedado parada a unos metros de la entrada mirando el árbol. -Si, ya voy Nayda –dijo Íluz a la mujer avanzando donde esta se encontraba. Ambas entraron en el iluminado vestíbulo y se dirigieron escaleras arriba hacia la habitación de Íluz. Estaban subiendo la última escalera cuando de pronto vieron bajar a una mujer. Llevaba un pomposo vestido de color escarlata y nácar que llevaba sujeto con las dos manos, llenas de anillos, para que no le arrastrara al caminar. Era una mujer regordeta pero alta, y su rostro rechoncho y muy blanco, debido al maquillaje, estaba coronado por una cabellera riza entrelazada en un complicado y exuberante moño. Sus manos tan blancas como su cara exhibían unas uñas largas y rojas. Sobre sus labios carmesí tenía un lunar y sus ojos estaban maquillados de un tono rojo igual que el del vestido. Su cara estaba torcida en un gesto que parecía de asco. -Alteza, ¿donde os habíais metido? –preguntó con una voz chillona y forzada- es casi hora de la cena. -Ah, señora Keren –repuso Íluz sin mucho entusiasmo. La señora Keren era la gobernanta del palacio. Encargada de supervisar su funcionamiento y de vigilar el trabajo de todos los criados, además de preocuparse de que Íluz cumpliera con sus obligaciones. Era muy estricta e Íluz no la soportaba. -Lo siento, es culpa mía. No me di cuenta de la hora –intervino Nayda. -¡Tú! –exclamó la gobernanta con un gritito encarándose con la doncella- Deberías cuidar de su alteza. Eres una irresponsable. Le hablaré de ti a su majestad. Íluz vio como Nayda bajaba la cabeza apenada y ella se adelantó. -No trates de protegerme Nayda –dijo ella- fui yo la que la convencí de que nos quedáramos un poco más en el bosque. -¡¿En el bosque?! –gritó la gobernanta escandalizada tapándose la boca con las manos- ¿Cuántas veces os he dicho que no debéis ir allí alteza? -Desde luego no las suficientes –replicó Íluz empezando a hartarse de la conversación. La joven esquivó a la mujer y siguió su camino escaleras arriba, seguida de cerca por Nayda que apenas podía contener la risa ante la cara de la gobernanta. Ambas doblaron la esquina y se metieron en la primera puerta a la derecha. Era la habitación de Íluz. A pesar de ser la hija del rey su habitación era bastante modesta. Nunca le habían gustado demasiado los lujos y tal vez eso influyera en que la decoración del palacio en general no era demasiado ostentosa. La habitación de la muchacha destacaba por los arcos y espadas que colgaban de las paredes adornándola. Era una habitación de piedra con una pequeña chimenea que solo se encendía en invierno, una cama con una preciosa colcha que su madre había tejido para ella y un tocador con un espejo. La habitación también poseía un balcón desde el que se veía perfectamente el árbol de Midas y la fuente del jardín. Era el lugar en el que ella pasaba más tiempo. Íluz se quitó el arco y el carcaj de la espalda y los colgó junto a sus otros dos arcos. Se descalzó y se quitó la ropa. -Espera, no te desnudes aún. Todavía no te he preparado el baño –dijo Nayda mientras recogía la ropa que Íluz se había quitado. -Hoy no tengo pensado bañarme. -A la señora Keren le dará un ataque –comentó la doncella entre risas. Íluz la miró divertida. Se fijó en ella como la primera vez que la había visto. No había cambiado un ápice desde entonces. Nayda siempre le había parecido una mujer muy guapa. Era apenas diez años mayor que ella. Llevaba su larga melena morena recogida en un simple moño que le quedaba muy bien. Tenía unos ojos bonitos y una figura muy femenina, oculta bajo el sencillo vestido marfil que siempre llevaba, identificándola como doncella. -… estás bien? ¿Íluz? -Eh, perdona –dijo ella saliendo de su ensimismamiento. La doncella llevaba ahora un vestido en las manos. -Venga, vístete. Tienes que bajar a cenar. Íluz cogió la prenda que esta le tendía y la miró con cara de intenso asco. -Odio ponerme estos estúpidos vestidos. ¿No puedo ponerme otra cosa? Nayda sonrió mientras la ayudaba a ponerse el vestido. -Lo sé, pero no creo que sea conveniente enfadar a la señora Keren todavía más. Íluz se miró en el espejo, su vestido largo apenas tenía vuelo. Era bastante sencillo pero elegante. Era verde y estaba sujeto por un corsé color plata. Ella suspiró al verse y se sentó ante el tocador. Nayda comenzó a cepillarle el corto cabello castaño. Estaba cortado de forma desigual y las puntas apenas rozaban el cuello. A Íluz siempre le había gustado así. En poco tiempo Nayda terminó de peinarla y trató en vano de maquillar a la chica. -Solo un poco –insistió. -No –se negó esta en rotundo. La chica se miró al espejo. Sus ojos, castaño claro estaban enmarcados en unas pestañas espesas y oscuras. Su pelo oscuro le hacía una cara muy bonita, muy dulce. A ella eso nunca le había gustado demasiado. Nayda se acercó por su espalda y le colocó un precioso collar al cuello. La cadena representaba una enredadera y en el centro, el colgante era una flor de pétalos negros con el centro plateado. Era una réplica de la flor del árbol de Midas, que hacía años que no florecía. Íluz acarició la flor de su collar y se levantó. Se calzó unos zapatos planos del mismo color del vestido y salió de la habitación. Como todas las noches, Nayda no bajó con ella, si no que se quedó preparando la habitación de la joven. Íluz bajó la escalera y torció a la izquierda. En el salón ya se encontraba su padre de pie caminando inquieto, cosa que a la joven le extrañó. La señora Keren también se hallaba allí para disgusto de la muchacha. -Buenas noches hija, ya creía que no bajarías –dijo alegremente su padre abrazándola. Íluz lo notó nervioso pero no hizo ningún comentario, y no solo a él, la señora Keren se movía de un lado a otro colocando una y otra vez los cubiertos de la mesa y dando retoques aquí y allá. La muchacha miró de nuevo a su padre que le sujetaba las manos y le sonreía. El hombre lucía un manto de terciopelo negro sujeto al cuello con un broche dorado. Sus pantalones eran también color oro al igual que su jubón, adornado en el pecho con el escudo del castillo, bordado en color negro al igual que el manto. Íluz siempre había creído que su padre era uno de los hombres más elegantes y guapos que había visto. Sus ojos azules como turmalinas estaban llenos de ternura; su pelo, antaño oscuro idéntico al de ella estaba ahora vetado de gris, al igual que su barba. El tiempo había imprimido su paso en el rey dándole un aspecto cansado pero que sin embargo seguía conservando su atractivo. -¿Ocurre algo papá? –preguntó ella mientras los dos, seguidos por la gobernanta se dirigían a la mesa. -N-no, claro que no. Se sentaron a la mesa. El rey a la cabeza, la gobernanta a su izquierda e Íluz a su derecha, en frente de esta última. Sin embargo, la joven no pudo evitar fijarse en que a su lado había una silla más y otro plato con sus correspondientes cubiertos. Decidió no hacer ningún comentario y ver en que paraba todo aquello. El rey hizo un gesto con la mano y un criado se acercó para servirles la cena. -Majestad, ¿no deberíamos esperar? –preguntó la gobernanta. -No, sabíamos que tal vez no llegaría a tiempo. La gobernanta se fijó ahora en Íluz y la miró con desaprobación mientras el criado les servía la cena. -Creo que deberíais dejaros crecer el pelo. La melena es un símbolo de elegancia en una princesa. -Ya, pero es que yo prefiero la comodidad a la elegancia –respondió la joven un tanto cansada de que la gobernanta sacara siempre el mismo tema. Íluz vio con placer como esta fruncía los labios, sin embargo no insistió en el tema. La chica se llevó a la boca el primer bocado. Era conejo. Lo sabía desde antes de probarlo, su olfato siempre había sido extremadamente fino, al igual que su oído. El sabor de la carne en su boca le hizo recordar con nostalgia y amargura el conejo que se le había escapado hacía tan solo un rato. Íluz se fijo en como la señora Keren fruncía el ceño y supo que se avecinaba uno de sus arrebatos. -Mentock –llamó. Uno de los criados, que había palidecido al escuchar su nombre, se acercó a la mesa. -Esta carne no está en su punto. Habéis añadido la salsa demasiado pronto. -L-lo siento, no volverá a ocurrir –se disculpó el sirviente. -Eso espero. -Pues yo creo que está deliciosa –dijo Íluz sin poder contenerse. El criado le guiñó un ojo antes de retirarse de nuevo a su lugar. La señora Keren miró a la chica con gesto de crispación. -Los criados deben aprender a hacer bien su trabajo alteza –explicó con voz autoritaria. -Vamos, vamos. No discutáis –las apaciguó el rey. Íluz continuó cenando en silencio. Apenas había tomado un par de bocados cuando repentinamente se abrió la puerta del salón. La joven casi se atragantó al ver a la persona que entraba. Era un joven alto, de pelo negro y ojos azules, muy atractivo. Iba envuelto en una capa de la que sobresalía la empuñadura de su espada. Lo hubiera reconocido en cualquier parte. -¡¡Tú!! –dijo ella levantándose de golpe y soltando el tenedor, lo que provocó un ruido bastante fuerte. -Alteza –dijo él con voz suave acercándose a la mesa- veo que estáis tan bella como siempre… y que no me habéis olvidado. La sonrisa del chico al decir esto último adquirió un matiz de diversión. -Me voy –dijo Íluz a punto de estallar de furia. -Pero hija, no seas maleducada –dijo su padre- Karev acaba de llegar, quédate con nuestro invitado… olvida de una vez el pasado. -Y ni siquiera habéis terminado de cenar –añadió impasible la gobernanta. -Se me ha quitado el apetito –escupió la chica con rabia dándose la vuelta y avanzando a pasos agigantados hacia la puerta. -Buenas noches Íluz –oyó tras de sí- nos veremos mañana. Ella tembló de ira al oír esto pero salió de la sala como una exhalación dirigiéndose escaleras arriba. Lo último que le pareció escuchar tras de sí fue la palabra “impertinente” salida de labios de la señora Keren.
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| | | Adirael Viajer@ de post's
Cantidad de envíos : 503 Edad : 33 Localización : Entre la luz y la oscuridad en mi reino de hielo Fecha de inscripción : 06/10/2008
| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Jue Nov 20, 2008 9:43 pm | |
| me encanta (karev [babas]) xDxD xDXDXD y la historia tambien, esta genial *.* tienes que seguir porfa.... hazlo por mi si a nadie mas le gusta *.* no me dejes con la intriga ahora porfa.... | |
| | | Ahharu Espíritu del foro
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| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Vie Nov 21, 2008 12:32 am | |
| Jajajaja!! No se como te arreglas para que te guste todo lo que yo escribo... pero bueno... me alegro!!! Y como hoy estaba trabajadora, aquí os dejo el segundo capítulo, a ver que tal!
ATAQUE Íluz se asomó al balcón, todavía enfadada. No podía creer que Karev estuviera allí. Miró el jardín y automáticamente, sus ojos se dirigieron al árbol de Midas. Necesitaba salir a despejarse. Se quitó el vestido y lo dejó en el suelo. Se puso sus pantalones marrones, las botas y una camisa azul sin mangas, encima, una especie de chaleco sujeto por un cordón negro entrelazado sobre su pecho. Estaba a punto de salir cuando se abrió la puerta. -¿Qué haces? –preguntó Nayda dirigiéndose a ella- ¿Cómo has acabado de cenar tan pronto? -Cuando estábamos cenando, Karev apareció por la puerta –explicó ella muy seria. La doncella ahogo lo que parecía un grito, aunque por la mente de Íluz pasó la idea de que había sido una risita. -¿Y qué hace aquí? –preguntó. -No lo sé, pero cuando me iba dijo que nos veríamos mañana, así que no sé cuánto tiempo se quedará. La joven, sin añadir nada más y sin dar tiempo a su doncella a detenerla se descolgó por el balcón quedando en la estrecha repisa del segundo piso. Anduvo por ella muy pegada a la pared y bajó hasta una de las ventanas del primer piso. Desde ahí fue fácil saltar al suelo. A cualquier persona aquello le hubiera parecido una locura, pero Íluz nunca había tenido miedo a las alturas. Tal vez por el hecho de que esas escapadas las realizaba desde niña, desde la muerte de su madre. Se le hizo un nudo en la garganta al recordar aquello. No hacía demasiado frío. Caminó tan distraídamente que apenas se dio cuenta de que una voz le hablaba. -Veo que sigues manteniendo tu antigua costumbre de venir aquí cuando te enfadas. La voz trajo de nuevo a la realidad a la joven, como si le hubiera caído encima un cubo de agua helada. Miró al frente y vio con disgusto la figura de Karev apoyado en el árbol de Midas mirándole divertido mientras jugueteaba con una daga entre sus manos, lo que le daba un aspecto travieso y atractivo. Ella se dio la vuelta dispuesta a marcharse, pero él se adelantó y la retuvo sujetándola por el antebrazo. -No te vayas todavía, tengo un regalo para ti –le murmuró al oído. La chica se dio la vuelta y vio que él le tendía la daga con la que jugaba en sus manos hacía apenas un momento. La cogió y la observó. Era preciosa, ligeramente curvada y con dos dragones que se entrelazaban formando la empuñadura. -¿Crees que puedes comprarme con esto? –dijo ella devolviéndosela- ¿Qué haces aquí? -Bueno, siempre me ha gustado mucho este jardín –respondió el chico con una sonrisa. -Me refiero al motivo por el que has venido. -Me apetecía hacer un viaje y este me parecía un buen destino –dijo él entregándole de nuevo la daga a la chica que la cogió y la tiró al pie del árbol. A ella le desquiciaba la forma en la que él evadía el tema ya que estaba segura de que ese no era el motivo, pero estaba decidida a no perder los estribos. -Pues entonces ya puedes marcharte. Quiero que te vayas y no vuelvas nunca. Él la atravesó con sus ojos claros y esbozó una sonrisa que lo hizo aún más atractivo. -Empiezo a pensar que no me quieres cerca –dijo él haciéndose el ofendido. Íluz ignoró este comentario y se dirigió al árbol. Se sentó con su espalda apoyada en el tronco, mientras Karev aún seguía mirándola. Pasaron unos minutos, ambos sin decir nada, hasta que finalmente el inclinó ligeramente la cabeza y se marchó perdiéndose en la oscuridad. Miró a su derecha, la daga estaba todavía en el suelo apenas a un metro de ella. Extendió la mano para cogerla pero entonces sintió como una mano le tapaba la boca y otra la agarraba por el cuello inmovilizándola. Se llevó instintivamente la mano a la cadera pero su espada no se encontraba allí. Trató de alcanzar la daga pero la persona que la sujetaba había cambiado de posición inmovilizándola por completo. Notó como tiraban de ella hacia arriba hasta levantarla. Vio entonces una figura que salía tras el tronco aún sujetándola con fuerza. No podía distinguirla puesto que iba encapuchada. La figura le dio un fuerte golpe en el estómago haciendo que se quedara sin respiración y callera al suelo. No se había incorporado cuando vio que una reluciente hoja de espada estaba a un centímetro de su cuello. El miedo se apoderó de ella y lamentó profundamente no haber cogido sus armas. -Entrégamelo –dijo simplemente el extraño en un susurro. -¿Qué te entregue el que? –preguntó Íluz sin entender nada. Sin añadir ni una palabra más el atacante retiró la espada del cuello de Íluz y le hizo un corte en el estómago. La chica gritó de dolor llevándose una mano a la herida. Se retiró hacia atrás arrastrándose. -Si quieres salvar tu vida te sugiero que me lo entregues. La chica se sintió perdida al no saber de que hablaba aquel extraño. Podía notar como la cálida sangra manaba de su herida escurriéndose entre sus dedos. Su cerebro trabajaba a toda velocidad tratando de pensar como escapar de aquella situación. El atacante había avanzado de nuevo con la espada en alto. El corazón de la joven estaba desbocado y parecía querer escapársele del pecho cuando de pronto, una sombra desconocida golpeó por detrás a la figura que le había hecho aquello, haciéndola caer. Íluz vio con asombro que su atacante tenía una flecha clavada en la espalda y ante ella había una nueva figura de pie y con un arco en la mano. Se acercó a ella y la incorporó sin ningún esfuerzo. La pérdida de sangre hacía mella en Íluz que le costaba trabajo respirar. -¿Y tú quién eres? –preguntó jadeando. -Este no es el lugar para explicaciones –añadió una voz masculina y melodiosa- sujétate fuerte Íluz. -¿Cómo sabes mi n… Pero no tuvo tiempo de terminar la frase. El hombre la había cogido en brazos y corría como si ella fuera tan ligera como una pluma. Íluz vio que él estaba subiendo por el mismo lugar por el que ella había descendido al jardín. No podía explicarse como era capaz con ella en brazos. Lo cierto es que el hombre tenía una agilidad como nunca había visto en una persona normal. Pronto estuvieron en el balcón. Él entró con la joven, la posó suavemente sobre la cama y cerró las puertas que daban al balcón. Luego se dirigió a la puerta de la habitación y la cerró con llave. Todo estaba bastante oscuro, pero antes de que ella dijera nada el hombre estaba encendiendo los candelabros de la habitación. La tenue luz anaranjada iluminaba ahora la estancia. Íluz se fijó en su rescatador. Era alto, de pelo rubio oscuro que caía desordenadamente sobre sus hombros y su frente, sus ojos eran verde esmeralda. Sus rasgos eran suaves y su piel pálida. Parecía joven de unos dieciocho o diecinueve años. Íluz nunca había visto un chico tan guapo. Y no era solo su belleza externa, era como si hubiera algo en él que ejerciera una fuerte atracción sobre ella. No parecía una persona normal. La chica se sintió enrojecer pese a la pérdida de sangre y deseó enormemente que no se le notara. -¿Ahora me dirás quién eres? –preguntó impaciente. El chico se acercó a ella y con la daga que ella misma había tirado al lado del árbol de Midas, le cortó la camisa alrededor de la herida. -Dantalian. -¿Dantalian? Bueno, gracias por rescatarme, aunque algo me dice que no es casualidad que hayas aparecido. El la miró directamente a los ojos, lo que hizo que enrojeciera aún más. Bajó de nuevo la cabeza y continuó haciendo su tarea. Ella vio como él se sacaba unas hierbas de un saquito que llevaba atado al cinto y las ponía sobre la herida. Aquello alivió gran parte del dolor. -Gracias, ya no me duele –dijo Íluz. Él sin decir nada cogió una prenda del armario de la joven y la rompió en tiras para utilizarla como venda. A ella le divirtió ver que había hecho harapos uno de sus mejores vestidos de color blanco y que odiaba ponerse. La vendó con extrema delicadeza pero aún así ella se estremeció. Cuando hubo acabado Íluz se incorporó y se sentó en la cama con la espalda apoyada en las almohadas. Montones de preguntas se agolpaban en su cabeza luchando por llegar a su garganta. -Antes no me has contestado, ¿No ha sido casualidad este rescate verdad? El chico suspiró y se sentó también en la cama. La observó como examinándola. -No –respondió. -¿Sabías que me atacarían? –preguntó ella ardiendo en deseos de saber. -No estaba seguro. Mi trabajo era vigilar que no te ocurriera nada. La chica se sintió mareada, como si le hubieran dado un fuerte golpe en la cabeza. ¿Trabajo?, ¿Vigilarla?, ¿Qué quería decir todo aquello? Cada vez todo le resultaba más raro. -¿Quieres decir que me estabas vigilando? –preguntó adelantando la respuesta. -Así es. Desde hace dos meses –dijo como si fuera lo más normal del mundo. Íluz se sintió desfallecer. Dos meses… ¿Cómo no se había dado cuenta? Ella siempre había notado si alguien la seguía o incluso el más mínimo ruido que hiciera cualquiera. Sus sentidos eran muy finos. Esto le hizo suponer que estaba en lo cierto cuando había pensado que el chico no era una persona normal. -¿Y se puede saber porque me vigilas? El chico se levantó de la cama y se movió por la habitación. Parecía estar cavilando si debía o no debía decírselo. -Porque estás en peligro. Íluz no se sorprendió de esta revelación. De hecho eso lo había deducido ella solita desde que el hombre que la había atacado le había puesto una espada al cuello. -El hombre que me atacó… estaba buscando algo –recordó ella- Me dijo que le entregara algo. ¿De qué se trataba? -No estoy seguro… me temo que… Pero Íluz no escuchó el resto de la frase. Se quedó paralizada al fijarse en que el chico se removía el pelo distraídamente dejando al descubierto parte de su oreja. Ahí estaba la respuesta que ella buscaba, por fin todo encajaba. -¡¡Eres un elfo!! –gritó emocionada. El chico se puso velozmente a su lado y le tapó la boca. -¿Quieres hacer el favor de no gritar? Demasiado tarde. Alguien llamó a la puerta y a continuación se escuchó una voz conocida. -Princesa, ¿estáis bien? -Si señora Keren, tranquila –dijo Íluz una vez que se hubo liberado de Dantalian. -¿Estáis segura?, ¿Queréis que entre? –preguntó insistentemente. -¡¡¡No!!! Íluz vio aterrorizada como se movía el picaporte de la puerta. -¿Qué está ocurriendo alteza? ¿Por qué os habéis encerrado? –chilló la gobernanta- ¡Abrid inmediatamente! -Rápido, métete en el armario –apuró ella empujando a Dantalian. -¿Qué? Yo no me meto ahí. -Venga no hay tiempo –increpó ella perdiendo la paciencia y metiéndolo en el medio de sus vestidos. Se puso rápidamente una prenda de ropa para ocultar el vendaje y abrió la puerta. Vio la cara de amargura de la gobernanta que entró hasta el centro de la habitación y se puso a mirar en todas direcciones. -Todo está bien señora Keren no se preocupe. Ahora si no le importa me gustaría irme a dormir. -Muy bien –dijo ella. Estaba a punto de salir cuando se golpeó la puerta del armario. Íluz se quedó con el corazón en un puño al ver que la mujer se dirigía hacia él. -¿Por qué se ha golpeado el armario? –preguntó poniendo una de sus gruesas manos en el pomo. -Habrá… sido el aire… -dijo Íluz dándose cuenta al momento que todas las ventanas y la puerta del balcón estaban cerradas. Íluz cerró los ojos boqueando de la ansiedad al ver que la señora Keren se disponía a abrir el armario, cuando de pronto, alguien más entró en la habitación. -Señora Keren, ¿Podría acompañarme a mis aposentos? Era la primera vez en su vida que Íluz se alegraba de ver a Karev. -Eh… si claro, por supuesto –dijo la gobernanta alejándose del armario y saliendo de la habitación con Karev. La chica suspiró aliviada y se dirigió al armario abriéndolo. Casi le da un ataque de risa al ver a Dantalian sentado rodeado de sus vestidos y con varias cintas que se habían caído sobre su cabeza. El chico salió airado y la fulminó con la mirada. -No vuelvas a hacerlo –dijo. Íluz se rio por lo bajo y se sentó de nuevo en su cama. -Entonces… eres un elfo, ¿A que sí? –preguntó intentando ver de nuevo las puntiagudas orejas del chico que volvían a estar ocultas por el pelo. El chico asintió con la cabeza. -Eres el primero que veo –dijo la joven emocionada. La chica recordó de pronto el motivo por el que él estaba allí y a su cabeza acudió de nuevo la conversación que habían tenido. -Dijiste que no estabas seguro de lo que buscaba la persona que me atacó… pero algo me dice que tienes idea de quién puede saberlo. -Sí. La persona que lo sabe es la que me encargó que te protegiera. Íluz le dirigió una mirada inquisidora que él supo entender. -Tu madre. | |
| | | Adirael Viajer@ de post's
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| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Vie Nov 21, 2008 8:16 pm | |
| Ahharu, por lo que mas quieras pon ya el 3ro, que se que lo tienes y quiero saber lo que pasa porfavor, ponlo, subelo ya, porfavor *.*
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| | | Ahharu Espíritu del foro
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| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Lun Nov 24, 2008 5:20 pm | |
| Bueno, aquí os dejo el tercero a ver que tal, espero vuestros comentarios (buenos o malos) XDDD
Suicidios frustrados
Íluz sintió como si le hubieran atravesado el corazón con una espada. Se alegró de estar sentada porque en aquel momento sus piernas no podían sostenerla. ¿Su madre? ¿Pero que decía aquel elfo? Sin duda tenía que estar bromeando. Y era una broma de muy mal gusto. Sintió por dentro una quemazón de odio y dolor. Quiso decir algo pero sus labios temblaban y no le salían las palabras. -Sé que es difícil de creer –dijo el sentándose a su lado y pasándole un brazo por los hombros tratando de reconfortarla. -¡¿Difícil?! –estalló ella quitando el brazo y alejándose de él- ¡Es una locura! ¡Mi madre está muerta! ¿Me oyes? ¡Muerta! Se calló y miró hacia arriba tratando de contener todos los sentimientos que se agolpaban en ella. -¿Recuerdas a tu madre? –preguntó de pronto. A Íluz casi se le saltaron las lágrimas al oír estas palabras. Por supuesto que la recordaba, no podría olvidar nunca su aspecto, su mirada, su característico olor… Asintió con la cabeza. -Bien –repuso- Supongo que realmente nadie puede olvidar a tu madre. Es una gran mujer. Blanca, de ojos azul acuoso y melena rojiza, siempre sonriendo y envuelta en un permanente olor a frutas del bosque. Íluz se quedó de piedra al escuchar la perfecta descripción de su madre. Sin embargo comprendía que no tenía porque estar viva. Tal vez Dantalian la había visto en cualquier otra ocasión. -Eso no quiere decir nada, ella está muerta –insistió sabiendo que el único motivo por el que el elfo había dicho todo aquello era para convencerla de lo contrario. -Sabía que dirías eso –añadió él sacándose algo del bolsillo y entregándoselo. Era un anillo plateado, el aro era una enredadera, idéntica a su colgante. Íluz reconoció perfectamente aquel objeto que había pertenecido a su madre. Apretó el anillo fuertemente en su mano y miró a los verdes ojos del elfo. -Entonces, ¿De verdad está… -preguntó sin poder acabar la frase. El elfo asintió y una ola de felicidad se apoderó de ella. La chica lo abrazó tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos. -¿Y cuando me llevarás con mi madre? Estoy deseando verla –dijo felizmente soltando a Dantalian para que pudiera respirar. -Nunca. Mi trabajo es vigilar que no te ocurra nada, no te llevaré donde tu madre –se negó. -No puedes negarme algo así –pidió ella. -Claro que puedo. Acabo de hacerlo. -Por favor… -rogó. -Lo siento. Ahora será mejor que te vayas a dormir –añadió él mientras se dirigía al balcón. Antes de que ella pudiera protestar de nuevo el saltó por el balcón, ágil como un gato. Íluz se acercó corriendo y se asomó. Buscó en la negra oscuridad apenas iluminada por los astros y el árbol de Midas, pero no había ni rastro del elfo. Volvió sobre sus pasos y se quitó la ropa. Apagó los candelabros y se metió a la cama. La cabeza no dejaba de darle vueltas a todo lo que le había sucedido durante el día. Karev, que había venido por algún motivo que ella no sabía; Dantalian, un elfo que decía protegerla por encargo y que le había contado que su madre estaba viva y sin embargo no quería llevarla a donde ella… Todo era muy confuso. Pero había algo que se había quedado grabado en su aguda mente, “mi trabajo es vigilarte”. Una fina sonrisa se curvó en sus labios. Ese trabajo le iba a salir muy caro a Dantalian. Se dio la vuelta en la cama sonriendo y se durmió.
La luz del sol se colaba por las ventanas e iluminaban la cara de la joven haciendo que se despertase. No abrió aún los ojos, no le apetecía levantarse. Le gustaba sentir el silencio de la habitación a su alrededor. Pero… algo era diferente. Podía escuchar otra respiración que no era la suya. ¿Sería Dantalian? Abrió los ojos y se incorporó ligeramente recostándose en la almohada. En frente de la cama sentado en la silla del tocador jugando con uno de sus peines, se encontraba Karev. -¡¿Qué haces en mi habitación?! –preguntó ella enfadada- Fuera de aquí inmediatamente. Él mostró una amplia sonrisa. -Venía a avisarte de que es hora de desayunar. -Ese no es tu trabajo –dijo ella. Karev se levantó y se dirigió al armario abriéndolo. Escogió un par de vestidos de la chica y los sostuvo en cada una de sus manos. -¿Cuál te vas a poner hoy? -¡Deja eso y sal de aquí! –escupió ella con rabia empezando a perder los estribos. Él la ignoró por completo y, dejando esos dos vestidos, siguió rebuscando en el armario de la chica. Ella, temblando de furia se levantó de la cama y lo empujó hasta la puerta. -Tal vez deberías vestirte –comentó él entre risitas al ver que la chica estaba en ropa interior. Ella se miró pero no le dio ninguna importancia. Cerró la puerta tras el chico y se vistió rápidamente. Bajó las escaleras y se dirigió al comedor. No había nadie. No tenía ganas de desayunar así que salió de palacio y se dirigió al bosque. Ardía en deseos de poner en práctica su plan. Llegó en apenas diez minutos. Se adentró entre los árboles y miró a su alrededor. Pronto encontró lo que buscaba. Al pie de un gran árbol brotaban algunas setas, pequeñas y de color azul intenso. Eran muy venenosas. El simple roce de la lengua con aquel hongo provocaba la muerte instantánea. Se acercó y cogió una con la mano. Se la acercó a la boca, pero antes de que la tocara, una flecha atravesó la seta arrancándosela de la mano y clavándola en el suelo. Ella sonrió al ver la seta y la flecha tiradas y empezó a mirar a su alrededor. Del ramaje de un árbol cercano salió Dantalian con aspecto enfadado. Saltó ágilmente al suelo y se puso al lado de la chica. -¿Qué se supone que estás haciendo? -preguntó muy serio aunque sin perder la calma- Esa seta es venenosa. -Lo sé –dijo la chica. Aquello sí que desconcertó totalmente al elfo, aunque Íluz podía ver en sus ojos verdes que en el fondo se temía el propósito de aquella acción, aunque no quisiese creerlo. -Era el único modo de que aparecieras. Se supone que tienes que protegerme ¿no? –comentó ella. -Sí. Pero no de tus estupideces. -Llévame con mi madre y te prometo no hacer nada más –pidió ella de nuevo. El elfo la miró apenado y le puso una mano en la mejilla. A Íluz le sorprendía la suavidad de la piel de su mano, como la de un niño. Un escalofrío recorrió su espalda. -Si te llevo… me meteré en un buen lío… y tu correrás mayor peligro ¿Es que no lo entiendes? Ella totalmente ofuscada por la ira se apartó de él y se dio la vuelta. Comenzó a caminar hacia el corazón del bosque guiada por la rabia y el dolor. -Entonces atente a las consecuencias –amenazó ella sin mirar al chico.
La amenaza de la joven no había sido en vano. Era medianoche. Íluz no había aparecido por palacio en todo el día. Ahora se encontraba al borde de un pequeño precipicio escarpado que había a la derecha del bosque. No podía ver nada. Las oscuras figuras de los árboles se erguían imponentes como una masa uniforme y negra que quería cerrarle el paso. Las estrellas titilaban en el cielo guardando a la luna, que aquella noche lucía anaranjada, como si estuviera ardiendo. Miró la vasta extensión de bosque que se extendía a sus pies, a unos veinte metros a los pies del precipicio sobre el que ella estaba. Podía sentir la brisa acariciando su rostro. Sonrió y se dejó caer por el precipicio. Notaba como el corriente sanguíneo aumentaba, el corazón latía más deprisa y su pulso se aceleraba. Pero antes de que tocara el suelo alguien la cogió y se la llevó ágilmente. La chica abrió los ojos y se rió al ver que Dantalian se la llevaba en brazos saltando de un árbol en otro. Finalmente descendió hasta el suelo, en el linde del bosque y la dejó suavemente. Ella miró la cara del elfo, visible pese a la oscuridad que se cernía sobre ellos. Estaba agotado. A lo largo del día Dantalian la había salvado de caer en un foso, de una ráfaga de flechas en el campo de tiro que había tras el palacio, de golpearse la cabeza contra una piedra, de los perros de caza de palacio (ya que la chica se había escondido trozos de carne por todo el cuerpo), de ahogarse en un pozo, del hacha de un leñador… -Llevas todo el día poniéndote en situaciones de riesgo ¿Qué pretendes? -Agotarte hasta el punto de que no puedas protegerme y no te quede otro remedio que acceder a mi petición –dijo ella muy contenta. Él parecía atónito ante la tozudez de la chica y también bastante preocupado, aunque tratara de ocultarlo. -Está bien –aceptó finalmente- te llevaré donde tu madre. Pero una vez que salgamos no puedes echarte atrás pese a las dificultades del camino. -No te preocupes –aseguró ella, tan contenta que apenas podía contener la emoción. -Muy bien, espérame aquí mañana al anochecer y trae solo lo imprescindible –añadió Dantalian antes de desaparecer en la oscuridad. La chica asintió con la cabeza y se dirigió rápida hacia el castillo. Entró y se dirigió a la biblioteca. La puerta chirrió al abrirse, casi nunca entraba nadie. Estaba muy oscuro. Se entretuvo un rato encendiendo unos cuantos candelabros hasta que toda la estancia estuvo bañada por la luz del las velas. Su vista pasó por la gran mesa, los sillones y las estanterías llenas de libros hasta el techo. Se dirigió a una de ellas y hojeó un antiguo libro titulado: “Historia de Naomah y sus lugares recónditos”. Aquel libro hablaba de su tierra, Naomah, con todas sus ciudades, bosques, islas… pero también sus gentes, sus costumbres su fauna y su flora. Le gustaba mucho aquel libro. Íluz siempre había sentido una gran curiosidad por todo lo que le rodeaba, por ese motivo esa biblioteca había sido un gran refugio para ella desde que era niña. El libro que tenía ahora en sus manos, lo había leído más de una vez. Lo abrió por el medio y pronto encontró lo que buscaba. Un mapa de toda la tierra de Naomah, con sus montañas, bosques, lagos… Lo recorrió con el dedo preguntándose en qué lugar de todos ellos se encontraría su madre, sintiendo al mismo tiempo que ardía en deseos de cruzar las fronteras de su ciudad y descubrir nuevos lugares. Se recostó en uno de los sillones y suspiró mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios. Levantó la vista hasta la pared que se encontraba ante ella. Colgado en el centro, se hallaba un retrato de su madre. Íluz la miró embargada de emoción e impaciencia y sus ojos bajaron hasta la placa que había al pie del retrato. “Enyara de Arannath” El nombre de su madre relucía en letras de plata a la luz de las velas. A la derecha del retrato de su madre había uno de ella misma con seis años. Recordaba lo aburrido que le había resultado posar para el pintor. Y lo mucho que se había divertido sacándolo de quicio. Se rio por lo bajo. -Íluz. La joven se levantó del sillón y se dio la vuelta. Era Karev, ¿Cómo podía saber siempre donde se encontraba ella? -¿Qué quieres? –pregunto la chica dejando el libro que tenía entre las manos sobre la mesa. Lo miró de arriba abajo. Karev mostraba un aspecto poco menos que deplorable. Estaba sudoroso, llevaba la espada en la mano y su pelo negro estaba empapado. -La verdad es que solo venía a ver si estabas bien, llevas todo el día fuera. Pero viendo tú mal genio puedo comprobar que sí –dijo él sonriendo. -Ya ves, puedes dormir tranquilo –añadió ella del modo más desagradable del que fue capaz mientras se dirigía a la puerta dispuesta a salir. -Una última cosa –dijo él- ¿Dantalian ya ha aceptado a llevarte con tu madre? | |
| | | Adirael Viajer@ de post's
Cantidad de envíos : 503 Edad : 33 Localización : Entre la luz y la oscuridad en mi reino de hielo Fecha de inscripción : 06/10/2008
| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Lun Nov 24, 2008 5:32 pm | |
| se que tienes el 4to capitulo, tienes que colgarlo ya, saca tiempo de debajo de las piedras si quieres, pero quiero saber ya que pasa, porfa.....porfa...... *.* *.* | |
| | | Ahharu Espíritu del foro
Cantidad de envíos : 572 Edad : 33 Localización : algún lugar en mi propia imaginación Fecha de inscripción : 05/10/2008
| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Mar Nov 25, 2008 9:36 pm | |
| Jajajaja!!! Me encanta verte tan entusiasmada!!! Ya me dirás que te parece este!!! Y antes de que digas nada el cinco aún no lo tengo!!!
Adiós Reonia, hasta muy pronto
Aquella frase retumbó en sus oídos como si llegara de un lejano sueño. Cerró la puerta rápidamente y empujó a Karev contra una pared, sujetándolo por los hombros. -Vaya, si era esto lo que querías solo tenías que habérmelo dicho –bromeó él. -Déjate de historias –le cortó ella- ¿Conoces a Dantalian? -Se podría decir que hemos coincidido. Ella lo miró con ojos inquisidores, esperando a que él se explicara, pero Karev no añadió nada más. -¿Y que sabes de mi madre? -Qué está viva –dijo él simplemente. Ella lo sujetó del antebrazo y tiró de él hasta uno de los sillones. Lo sentó de un empujón y se quedó de pie enfrente, para asegurarse de que Karev no se iría. -Cuéntame ahora mismo todo lo que sepas –ordenó ella. Él miró a su alrededor, observando lo que había en la habitación, como si no hubiera escuchado las palabras de ella. -Esta biblioteca es muy tranquila. Ahora comprendo por qué pasas aquí tanto tiempo –dijo con toda tranquilidad como si eso respondiera a lo que Íluz había preguntado. -Estoy hablando muy en serio –insistió ella. -Yo también. La joven, perdiendo los estribos extrajo una daga que siempre llevaba en el cinto y la puso en el cuello del chico. -Puede que tal vez no me haya explicado con claridad, dime qué es lo que sabes. Él esbozó una pícara sonrisa, lejos de contestarle. -Estás preciosa cuando te enfadas. Ella quitó la daga del cuello de él, pero a cambio, le pegó en la cara, lo bastante fuerte como para que resonara en toda la habitación y la cara de Karev quedara enrojecida. Este se frotó en el lugar del golpe y se levantó del sillón. Esta vez se puso serio y por un momento, en sus ojos relampagueó un brillo de furia. -No necesitas saber nada. Se dirigió a la puerta y antes de salir se volvió a mirar a Íluz. -Te sugiero que le digas algo conveniente a tu padre. No todos los días su única hija se va de viaje. Íluz no había caído en aquella cuestión, pero la verdad es que Karev estaba en lo cierto, ¿Qué le diría a su padre? -Nos vemos mañana por la noche –añadió él haciendo que la chica saliera de sus propios pensamientos. -¿Mañana? –inquirió ella. -Claro –dijo él volviendo a sonreír- yo también iré con vosotros. ¿Acaso crees que es casualidad que yo haya llegado al palacio justo cuando tú vas a salir en busca de tu madre? Esta última frase hizo que a la chica se le pusieran tiesos los pelillos de la nuca. ¿Y si… y si Karev había sido el atacante de la otra noche? ¿Y en ese caso, que era lo que buscaba? Demasiadas preguntas que necesitaban una respuesta. “No, es imposible que fuera él” trató de convencerse a sí misma “es un imbécil pero no es un asesino”. -Estás muy equivocado si crees que vas a venir –dijo la chica adelantándose y encarándose con él. -Pues yo creo que no. A no ser que quieras que tu papá se entere de lo que vas a hacer –susurró amenazadoramente. Ella sintió como si una piedra cayera sobre su pecho, una piedra sobre la que se encontraba Karev, tratando de aplastarla. La chica pasó delante de él y salió al pasillo, saliendo Karev detrás. -Ah, y no confíes ciegamente en Dantalian, a veces las cosas no son lo que parecen, ni tampoco las personas –dijo él a su espalda. Íluz se dio la vuelta para preguntarle que había querido decir con aquel comentario. Pero Karev ya había doblado la esquina y había desaparecido. La chica se dirigió a las cocinas, se moría de hambre, como siempre que estaba preocupada. Caminó por los pasillos con su mente aún tratando de procesar la información que acababa de recibir ¿Qué sabía Karev acerca de Dantalian? ¿Estaba siendo sincero al insinuarle que no debía fiarse de él? Podía recordar el centelleo de los azules ojos de Karev al contarle todo aquello. Eran demasiadas incógnitas. Se detuvo ante la puerta de la cocina que se encontraba desierta a aquellas horas de la noche. Los retazos de luz lunar que se colaban por la ventana iluminaban lo suficiente para coger lo que quería. Se agenció dos panes que había en una cesta y un pedazo de queso de uno de los armarios. Empezó a comérselos con avidez mientras subía las escaleras hasta su habitación. Cuando entró ya se había terminado la comida. A pesar de lo tarde que era, dentro se encontraba Nayda esperándola. -¿Dónde has estado todo el día? Me has tenido muy preocupada –dijo mientras se acercaba a comprobar que Íluz se encontraba bien. -No te preocupes, he estado… ocupada. -Le he dicho a tu padre que te encontrabas mal, para que no hiciera preguntas. -Bien pensado –comentó Íluz mientras se desnudaba y le pasaba su ropa a Nayda. -¿Qué te ha pasado? –dijo escandalizada la doncella acercándose a Íluz y tocándole suavemente el torso. Íluz miró hacia abajo. Todavía llevaba el vendaje que Dantalian le había puesto. Lo había olvidado por completo ya que no le dolía en absoluto. -Es una larga historia –dijo la chica metiéndose en cama. -Oye… sé que ocurre algo, ¿No te estarás metiendo en ningún lío verdad? ¿Es por Karev? Íluz soltó una carcajada al oír esto último. Tal vez porque fuera realmente Karev el que le había hecho aquello. -Claro que no, el no podría acercarse lo suficiente a mí para causarme una herida. Nayda sonrió, pero aún parecía preocupada. -Todo está bien. Vete a dormir Nayda. La idea de contarle lo que había sucedido a la doncella cruzó su mente por un momento, pero pensó que sería mejor que ella no supiera nada, estaría más segura. “¿Más segura? Puede, aunque tampoco podría contarle nada, porque yo tampoco sé nada” pensó para sus adentros. Cerró los ojos y pronto se abandonó al mundo de los sueños.
Se despertó de repente. Al principio no supo porque pero en seguida se dio cuenta de que Dantalian que encontraba inclinado sobre ella y le tapaba la boca. Íluz se incorporó y miró por la ventana, ya era de día aunque bastante temprano. El sol había salido apenas hacía una hora. -¿Qué haces aquí? –preguntó ella una vez él le hubo destapado la boca. -Venía a avisarte. Cambio de planes, no me esperes en el linde del bosque si no, en la entrada de Reonia, al caer la noche. Y coge tu caballo. Antes de que ella pudiera decir nada, el elfo se dirigió como una ráfaga hacia el balcón y saltó por él, desapareciendo. Íluz se preguntaba el porqué del cambio, sin embargo sabía que de nada serviría darle vueltas, así que dejó de pensar en ello y se levantó, ya que la habían despertado. Se vistió y bajó a desayunar. Vio a su padre, alto e imponente como siempre, no sabía que le diría. Realmente no se sentía con fuerzas para decirle la verdad y no quería mentirle. Durante el resto del día Íluz se dedicó a vagar por el castillo como un fantasma, pensando en lo que haría con el tema de su padre, mirando los cuadros de las paredes, las habitaciones, el campo de tiro en el que se había pasado tantas horas perfeccionando sus habilidades, el jardín que tanto echaría de menos. Cuando el sol se estaba poniendo subió a su habitación, se quitó la ropa que llevaba puesta y se puso otra, más adecuada para el camino que le esperaba. Su atuendo se componía de unos botas negras de media caña, unos pantalones verde oscuro sujetos por un cinto ancho y negro con una hebilla plateada. Su torso estaba cubierto por un top de color verde, de manga corta sobre el que llevaba un chaleco de cuero negro atado con un cordón verde que se entrelazaba sobre su pecho. En los brazos llevaba unos brazaletes de cuero negros hasta el codo, que le resultaban muy cómodos a la hora de disparar una flecha. Cogió su mejor arco y el carcaj y se los colgó a la espalda. Luego tomó su espada y se la ató al cinto, acompañada de la daga de la que nunca se despegaba y un saquito de cuero con algo de dinero. Finalmente se puso una capa castaña sobre los hombros y se colocó la capucha con lo que era imposible distinguirle la cara. Salió sigilosamente de la habitación y se dirigió al establo de palacio. Había varios caballos. No necesitó buscar demasiado para encontrar al suyo. Silbó y se le acercó. Era una magnífica yegua de color gris perla salvo las crines, que eran negras. Estaba ya ensillada y llevaba unas alforjas en las que ella había colocado antes algo de comida y algunas cosas que creía podrían serle de utilidad, como una cuerda o algunas hierbas medicinales. -Hola Herae –saludó a su yegua mientras le acariciaba el morro. La yegua relinchó suavemente. Ella se subió ligera, tomó las riendas y espoleó a Herae para que se diera prisa. Esta salió del establo velozmente sin detenerse. Íluz echó un último vistazo hacia atrás pensando todavía en su padre, al que había decidido no decirle nada. Se preguntaba qué pasaría al día siguiente, cuando descubrieran su ausencia. Dejó de pensar en eso y miró hacia delante mientras que Herae se dirigía a la carrera hacia la entrada de Reonia. Ella miró a su alrededor mientras cabalgaba. Tenía que tener cuidado de no resbalarse hacia delante, ya que su ciudad, Reonia estaba en un terreno muy empinado, como si fuera una enorme escalera, solo que en lugar de escalones había casas. Era una ciudad bastante grande, una de las tres más grandes de todo Naomah. Era aterrador ver lo silencioso que se encontraba todo ahora que el sol se había puesto. De día el bullicio cubría las calles, llenas de gente y de vida, pero una vez que caía la noche todo estaba tan tranquilo como una balsa de aceite. Íluz siguió galopando y pronto se encontró en los muros de la ciudad. Se dirigió a las puertas que por suerte para, ella nunca se cerraban. Sorprendida, vio que ante ellas ya se encontraba Dantalian montado en un imponente caballo blanco. -Bien, entonces podemos irnos –dijo. -Adiós Reonia, hasta muy pronto –se despidió la chica de la ciudad. Apenas pronunció esta despedida cuando pudo oír un ruido de cascos a su espalda. -No os iréis sin mí –escucharon tras ellos. Ambos hicieron que se giraran sus monturas y vieron que un nuevo jinete se encontraba a su lado. Karev montaba una yegua color castaño oscuro. Era un precioso animal. El chico, al igual que Íluz iba cubierto por una capa y su cara quedaba oculta en la noche -Hola Dantalian –dijo este bajándose la capucha de su capa. -Tú… siempre me he preguntado donde estarías –dijo Dantalian en voz baja. Íluz lo miró pero era imposible ver la expresión del elfo en medio de la noche. -Creo que tanta euforia va a acabar conmigo –dijo Karev mirando al elfo con una sonrisa. -¿Ya le conocías Dantalian? –preguntó Íluz. El elfo asintió con la cabeza y dio la vuelta a su blanco caballo, preparado para seguir su camino. -Vámonos Íluz –dijo. -He dicho que yo también voy –insistió Karev poniendo su caballo a la par del de Dantalian. -No necesitamos a un traidor en el grupo–sentenció el elfo. | |
| | | Adirael Viajer@ de post's
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| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Miér Nov 26, 2008 7:00 pm | |
| Jeje, ahharu...no tendras ya por ahi el 5º capitulo no???? xD xD quiero leer el siguiente | |
| | | Ahharu Espíritu del foro
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| Tema: Re: Historia larga (por capítulos) Jue Nov 27, 2008 5:48 pm | |
| Aquí tienes el quinto wapa!
¿Sabes lo que eres?
Incluso en la oscuridad, Íluz pudo ver como el rostro de Karev se ensombrecía. -Mis errores del pasado me acompañarán siempre –dijo con la voz hueca, como si tratara de ocultar que le temblaba- pero creo que eso no debe ser un impedimento para ayudarla. Miró a Íluz, que se estaba preguntando de que iba todo aquello. La chica observó al elfo tratando de adivinar su expresión. Lo cierto era que estaba bastante serio, como si todavía estuviera cavilando en lo que Karev acababa de decir. -Los elfos, seres perfectos y nobles, y a la vez tan rencorosos –masculló Karev en un tono lo bastante audible como para que Dantalian e Íluz lo oyeran. -Puedes acompañarnos, pero no me entorpezcas –dijo Dantalian. Karev sonrió. -Pero no te equivoques –añadió el elfo- Nunca te perdonaré lo que hiciste. Dantalian espoleó su caballo y se puso a la cabeza de la comitiva. Íluz lo siguió y Karev se incorporó detrás, cerrando la marcha.
La oscuridad envolvía a los tres viajantes que caminaban hacia el norte, siguiendo un camino de tierra flanqueado por matorrales y árboles, de los que salían estremecedores sonidos producidos por la brisa nocturna. -Oye Dantalian, una pregunta sin importancia ¿Hacia dónde nos dirigimos? –preguntó Íluz cuando ya llevaban un buen rato de camino. Lo cierto es que no se había parado antes a pensarlo pero no tenía ni idea de adónde iban. -Al norte, a la aldea de Him. -¿Es allí donde se encuentra mi madre? –preguntó notando como su corazón se aceleraba de la emoción. -¿Es que aún no le has contado donde se encuentra? –comentó Karev. Dantalian lo fulminó con la mirada, se volvió cara Íluz, mostrando ahora una expresión serena en el rostro. -No, tu madre no está en Him. Está en Deümenos, la tierra élfica. A la mente de Íluz acudió la imagen de la isla situada al norte de Naomah. -Eso quiere decir que además de ver a mi madre conoceré la sagrada tierra de los elfos ¿no? –dijo ella muy contenta. -Así es –respondió el elfo mostrando un sonrisa apenas perceptible.
Siguieron la senda un buen rato más. El paisaje no parecía haber cambiado desde la salida de Reonia, los mismos árboles y matorrales velaban su camino, idénticos a los que la chica había visto durante horas de viaje. La joven llevaba un rato sintiendo como el cansancio caía sobre ella como una gran losa que la aplastaba y le impedía moverse o hablar. Se le cerraban los ojos e incluso las riendas se le escapaban de las manos, e involuntariamente su cuerpo se apoyaba sobre el cuello y crines del animal, haciéndole de almohada. -Será mejor que nos detengamos hasta mañana –anunció la melodiosa voz de Dantalian haciendo que su caballo se detuviera. Aquellas palabras llegaron como un rayo de esperanza a oídos de Íluz. -Vaya, no imaginaba que los elfos tuvieseis tan poco aguante –se burló Karev divertido. Dantalian no hizo ningún comentario y se desmontó del caballo. Íluz y Karev hicieron lo mismo. La chica no lo había advertido antes pero se habían desviado del camino y se hallaban en un pequeño claro entre los árboles. El elfo dejó su caballo a un lado, sin atarlo. La joven lo miró y se fijó en que el blanco animal no llevaba silla ni riendas. Vio como Dantalian se acercaba suavemente al animal y le susurraba algo mientras lo acariciaba. El caballo se retiró y desapareció entre unos árboles. -¿No lo atas? –preguntó Íluz mientras ella ataba al suyo cerca del de Karev. -Los elfos a diferencia de los humanos no poseemos a los animales, si no que estos nos ayudan libremente y a su voluntad. -Había oído algo de eso, pero nunca lo había visto –comentó Íluz sentándose en el suelo cubierto de hierbajos y alguna pequeña flor. -Tampoco es que hayas visto ningún elfo antes –dijo Karev sentándose al lado de ella. Íluz pensó en levantarse y cambiarse de sitio, pero estaba tan cansada que ni siquiera lo intentó. Hacía algo de frío, aunque no tanto como para que su cuerpo temblara. Vio que Dantalian estaba recogiendo ramas del suelo y sonrió al imaginar que sería para un fuego. No se equivocaba, pronto el elfo hubo reunido suficientes ramas y las colocó en círculo cerca de ellos. Después se sentó enfrente de Karev e Íluz. La joven se estaba preguntando como tenía pensado el elfo encender el fuego pero antes de que pudiera decir nada Karev se levantó. -No os preocupéis yo lo encenderé –dijo mientras cogía dos piedras del suelo. Empezó a chocarlas cerca de las ramas tratando de que las chispas que producían cayeran sobre estas. Durante un rato estuvo intentándolo sin ningún resultado. Íluz empezaba a notar que sentía unas irrefrenables ansias de matar al chico… pero de pronto, el fuego se encendió. -Uff, ha costado pero lo he conseguido –dijo orgullosamente Karev dejando las piedras y sentándose de nuevo. Íluz miró al elfo que curvaba una sutil sonrisa en sus labios, y algo le hizo pensar que no había sido Karev el que había encendido aquel fuego. -Vosotros descansad, yo vigilaré –dijo entonces Dantalian levantándose. Los miró un momento y desapareció en la oscuridad, entre unos árboles. La joven se envolvió bien en su capa y se tumbó sobre la hierba dejando que el calor que el fuego desprendía la envolviese. Cerró los ojos y al poco notó como Karev se tumbaba a su lado y la abrazaba. Ella se soltó furiosa y le lanzó una mirada de odio. -Es mejor que nos mantengamos juntos para entrar en calor –se excusó él conteniendo una risita. -A mí me basta con el calor del fuego –dijo ella arrastrándose por la hierba un par de metros hasta estar lo bastante alejada de Karev. Se aseguró de que el chico permanecía lejos de ella y cerró los ojos.
Un intenso aroma de huevos fritos y salchichas llegaba hasta su nariz. Notó como se le hacía la boca agua. Abrió los ojos y se incorporó. Bostezó profundamente y se desperezó. El fuego estaba aún encendido y sobre él, Karev estaba cocinando la delicia que ella había olido hacía solo un momento. -Veo que estás despierta ¿Te apetece desayunar? –dijo el chico amablemente. Íluz, que tenía un apetito voraz ni siquiera contestó, se lanzó como un ave de presa al plato que Karev le pasaba y se sentó a su lado. Empezó a comerse los huevos fritos con salchichas sin decir palabra. Estaba delicioso, lo cierto es que la chica sabía perfectamente de las dotes culinarias de Karev, que siempre había sido un excelente cocinero. Una vez hubo acabado lo que tenía en el plato se lo pasó al chico para que le sirviera más. -Había olvidado tu apetito, pareces un enano –comentó él divertido. Íluz reconocía que en ese aspecto Karev tenía razón. Siempre había sido una comilona, lo que más de una vez le había traído problemas con la señora Keren. Para ella, una verdadera dama comía solo la cantidad justa en el momento justo. Íluz recordaba la de veces que se había escapado a las cocinas a coger comida a espaldas de la gobernanta cuando esta no le dejaba servirse todo lo que quería. Terminó su segundo plato y lo dejó a un lado. Miró a su alrededor buscando a Dantalian con la mirada. Estaba sentado apoyado en el tronco de un árbol y se comía parsimoniosamente una brillante pieza de fruta del tamaño de una fresa grande, solo que redonda y de color azafranado. -¿Solo vas a desayunar eso? –preguntó ella sorprendida al ver el pequeño alimento. -Es lo único que necesito. Una vez que hubieron acabado todos, recogieron lo poco que habían dejado y acudieron a sus caballos. Ella y Karev soltaron a los suyos y se montaron. Escuchó que Dantalian decía algo en otra lengua, que debía de ser élfico sin duda, y al momento el blanco corcel se encontraba ante ellos. El elfo se subió con una ágil pirueta imposible de realizar par un humano y se pusieron en camino. La mañana lucía despejada y el sol ya había salido del todo. A la luz del día, la senda que seguían era mucho más acogedora. Los árboles, que tan amenazadores le habían resultado a Íluz la noche anterior, eran ahora hermosos y estaban más dispersos de lo que a ella le había parecido. Caminaron por la senda durante largo rato, Íluz apenas podía creer todo lo que le había pasado en los últimos dos días. Deseaba intensamente terminar aquel viaje y encontrarse en Deümenos, feliz entre los brazos de su madre. Pero a la vez no deseaba llegar, quería disfrutar del viaje y de la libertad que ahora tenía. Su padre siempre la había sobreprotegido en exceso. Cuando su madre estaba con ella también lo hacía, pero no de un modo tan impetuoso. Se le hizo un nudo en la garganta al pensar el revuelo que seguramente había en aquellos momentos en palacio al descubrir que ella no estaba. Lo que más le preocupaba es lo que pudieran hacerle a Nayda, seguramente la gobernanta se empeñaría en pensar que su doncella sabía dónde estaba y estaría presionándola para que hablar. “No hay de qué preocuparse, Nayda es lista y fuerte. Sabrá salir del apuro” le decía la voz de su mente. Esto la tranquilizó un poco e hizo que volviera a centrarse en la tarea que tenía entre manos, espoleó un poco a Hërae y se puso al mismo nivel que los chicos. El sol se estaba poniendo. Habían caminando durante todo el día sin prisa, pero sin detenerse. La senda y los árboles habían desaparecido para dar paso a un terreno más agreste y pedregoso, por el que era más complicado caminar. Los caballos se resentían y a veces se negaban a pasar por algunos lugares, en los que Karev e Íluz tenían que bajar para tirar de ellos. El caballo del elfo sin embargo era como una sombra que se colara en cualquier lugar y el terreno no parecía afectarle en absoluto. -Los caballos están bastante cansados, creo que deberíamos detenernos –comentó Íluz una hora después de que el sol se hubiera puesto. -Si –asintió el elfo. Buscaron un lugar lo más cómodo posible y dejaron allí a los caballos. Luego se situaron cerca parándose ellos también a descansar. -Bueno ¿queréis que sea también yo el que encienda hoy el fuego? –sugirió Karev con el pecho henchido de orgullo y frotándose las manos. Íluz lo miró con cara de asesinato y luego miró a Dantalian que no había cambiado en absoluto la seria expresión de su rostro. -No es necesario –dijo el elfo- Íluz, por favor trae algo que nos pueda servir para alimentar el fuego. La chica buscó por los alrededores, pero era muy complicado encontrar nada, ya que el lugar carecía por completo de árboles. Se alejó más y encontró lo que parecían trozos de rueda de una vieja carreta. -Nunca creía que el hecho de que alguien perdiera una rueda fuera a ser una suerte para mí –comentó para sí misma. Recogió los pedazos y volvió con los chicos. Cuando llegó vio que Karev ya había sacado algunas cosas para preparar la cena y Dantalian se hallaba sentado elegantemente sobre una pequeña piedra. Al verla llegar se levantó y se acercó a ella. La chica notó el olor del elfo, una mezcla entre lavanda y tomillo muy agradable. Le pasó los trozos de rueda y se retiró, sentándose al lado de Karev. El elfo colocó en un montón los trozos de madera y murmuró algo. Al momento brotaron unas llamas y un alegre fuego se encendió ante ellos. Íluz miró a Karev por el rabillo del ojo, estaba muy serio, como si hubiera comprendido lo ocurrido la noche anterior. -Eso que has dicho para encender el fuego era élfico ¿verdad? –dijo Íluz dirigiéndose a Dantalian. El elfo asintió con la cabeza mientras se sentaba de nuevo en la piedra. -Podrías enseñarme a hablarlo –sugirió esperanzada. -Podrá enseñarte tu madre cuando te reúnas con ella –dijo Karev. -¿Mi madre? Karev miró a Dantalian. -¿Es que no le has explicado que su madre es una elfa? –miró ahora a la chica- ¿Sabes en lo que te convierte eso verdad? | |
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